En este lapso, ni Bachelet, ni Merkel se desvivieron por impactar con su vestuarios, no usaron nada llamativo, sólo conjuntos de saco y pantalón (o pollera), sin mayores detalles. Ni siquiera se les hubiera cruzado retrasar su agenda por un cambio de atuendo, algo que sí hizo nuestra mandataria que, en su viaje por París, se robó todas las miradas y los flashes por sus modelos, pero aún poco se sabe de sus logros, más allá de la visita prometida del presidente Nicolas Sarkozy.
En las 78 horas que Bachelet y Merkel pasaron de gira, sólo se cambiaron de ropa para asistir a algún evento de gala: la chilena para ser recibida por la Reina de Inglaterra y la alemana para participar de la cena de gala de los presidentes de la OTAN. Cristina, en su último día en París, tuvo tres cambios en un lapso de seis horas, todo un récord, lo que retrasó su apretado cronograma.
Es más, Angela Merkel fue a la primera jornada de la reunión de la OTAN con la misma ropa con la que bajó del avión, algo impensado en CFK. Y Michelle Bachelet mantuvo varias reuniones en pocas horas con presidentes de distintos países luciendo el mismo saco bordó y pantalón negro, no como nuestra presidenta que se cambió tres veces para cuatro encuentros.
Cristina Kirchner se enoja cuando se la critica por su vestuario, maquillaje y joyas, sin embargo estos afectan su agenda y se convierten en lo más relevante de su gira, opacando los objetivos políticos de la misma. Basta con ver los ejemplos de Bachelet y Merkel, para entender que no hace faltar superproducirse para dejar una buena imagen en el exterior. Comparar a Cristina con las otras presidentas, ¿será machista?
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